Si ya me sorprendió el paisaje puertorrealeño por sus
especiales particularidades (bahía, marismas, caños, río o brazo de mar, salinas, lagunas,
pinares …,) no fue menos asombrosa, mi primera experiencia con uno de sus
vientos dominantes, el inexorable levante. Un viento capaz de encabritar las
tranquilas aguas de la bahía, doblegar al árbol más frondoso, y arquear la más
fibrosa de las palmeras que adornan nuestros jardines. Ya advertía, nuestro
vecino Lucio Junio Moderato Columela, en su tratado “De re rustica”, a los
agricultores de su tiempo de la fuerza y persistencia de ese viento y la manera
de proteger los cultivos de sus desastrosos efectos. En las fotos que acompaño he
pretendido capturar, de manera más o menos acertada, la fuerza de ese viento
que consideramos tan nuestro.
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